Gozar del silencio es lo único que pedía. La consumación de su soledad le provocaba pavor. Aún confusa pese al trayecto de los años, no la hicieron esquivar ninguno de sus miedos. Miedos que le aterraban cada madrugada, ocasionando así, el descontrol de los susodichos fantasmas que alborotaban su interior. Preguntas sin respuestas paralizaron la seguridad de rebuscar entre despojos, de tropezar con una caricia que la hiciese elevar hacia un mugriento lecho donde poderse apoyar. Cierra los ojos, a nadie puede ver. Testaruda, lastimada, delicada, su cabeza desvelaba la ambición de su ternura por la luna, paseando por las calles, discreta, de puntillas para no hacerse escuchar. Se topó con aquella atenta mirada, tan temerosa y asustadiza. Desconocía aquella figura, atractiva y a la vez titubeante, ofreciéndole un poco de materia para olvidarse. -Lárgate, sola puedo volar,-mientras tanto una desinteresada gota descendía de sus pómulos con tranquilidad.
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