No importan las veces en el que recuerde el momento, ni las lágrimas sentidas con intensidad por aquellos que quisieron comer. La marea no deja de nadar, sin límites por los que esperar. Gira el sol cada vez que me vuelvo a dañar, con el miserable recuerdo que mataba al amanecer. Despertaste sobre las nubes y aún no te podías bajar. Un grito se volvió a escuchar, pues nadie le prestó atención, solo el sol que nunca lo abandonaría, sigue quemando, buscando tal vez, la brisa.
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