Nada importaba.
Tu mirada, en un punto fijo, sin saber por qué ni cómo, te sitúas con comodidad para ver pasar las horas sin motivos por los que empezar a caminar. Giras mientras que tus pensamientos te persiguen. La impotencia te envuelve hasta perder la razón. Te sales de la carretera, recto hasta una nueva solución. No importa, déjalo estar-me decías, y yo volvía a desesperar.
Ni el más bello amanecer importaba en ese mismo instante, ni las ganas de sonreír crecían, todo desvanecía sin entender un por qué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario