Aproximación
¿Hacia dónde ir cuando no puedes caminar?
Las mañanas se hacían pesadas para aquellos que andaban desesperados
por encontrar una solución. Recorrían las carreteras como unos locos, no les
importaba tropezar con algún individuo, sus miradas fijas en el suelo
desordenado por las baldosas, eran más interesantes que la vida misma.
El silbido del viento rozaba la tersa piel de aquella mujer cansada de andar,
debía de seguir para no perder su camino, pero no encontraba motivos para
buscar lo que por certeza, sabía que jamás podría encontrar.
Hacía años que no se sentía así, estaba llena de optimismo, de felicidad,
aunque tampoco tenía claro como era su felicidad, o es más, si en algún
momento había existido. Recordaba su cabello bailar sobre la brisa, en aquél
bello lugar, consecuencia del comienzo de la primavera. Tenía siete años y lo
único que le importaba era tumbarse en el verdoso prado, donde empezó
todo. Sus recuerdos se hacían más pesados con el paso del tiempo, cada
segundo volvía el mismo pensamiento que evidentemente le era difícil de
evitar, pues lo inevitable corría por sus venas y la tentación junto a ellas.
Todos sus sueños la atemorizaban cada noche, cada sudor se debía al
temor de despertar y volver a soñar.
Recientemente sigue mirando el ras del cielo, pero algo falla, se aproximó el
vacío y ya no hay temores, ya no hay nada. Posiblemente se deba a los
cambios que le hizo experimentar el correr del tiempo, esas agujas tan
traicioneras que le desagradaban.
Le faltó tiempo para poder gritar, aún siente el silencio ahogándose en su
interior, donde hubo alguna vez una pequeña esperanza por encontrar la
salida. El dolor le golpeó con tanta brusquedad que le arrebató las fuerzas e
incluso la debilidad. Todo el amor que pudo a ver sentido por su vida, por su
familia, por sus amigos, había desaparecido y sin poder explicar el por qué,
sin poder aguantar una vez más las sucesivas preguntas que le hacían todos
los días, desapareció.
Se apoderó de sus miedos y de sus sueños y se adentró en la soledad. Ésta
era su mejor amiga, la escuchaba a solas pero nunca contestaba, no era
extraño, estaba acostumbrada a que esto sucediese incluso con las
personas, pero no le importaba, se impregnaba de la tranquilidad del mar
con su gran oleaje.
Se ubicaba en el Puerto de Motril, para emprender un nuevo camino, quiso
despedirse de los sentimientos que le proporcionaban éste lugar. En tan solo
unas horas su vida podría cambiar y no sabía como asimilar éste hecho ni
como poder vivir con el pesar de la tristeza. Su vida ya no sería la misma, ya
no sería ella, solo una persona solitaria como siempre lo ha sido con una
pequeña diferencia; sin tranquilidad.
Las horas volaban como pájaros, el motivo por el que debía de levantarse
era esa mujer, la primera mujer de su vida. Fue a informarse de lo sucedido y
evidentemente pasó lo que en algún momento tenía que pasar. Lo tenía
asimilado, pero nunca jamás había experimentado el dolor de la muerte de
tan cerca.
No tenía el valor para ver ese rostro pálido y azulado, sin movilidad ni calor
en su mirada.
Negó el querer verla, lo negó con todas sus fuerzas y salió corriendo de
aquél infierno que ardía con profundidad en su interior y enfriaba los cuerpos
inertes de toda esa gente sin vida.
Cohibida por tantas emociones juntas, necesitaba rabiar al destino, con el
único objetivo de aliviar un poco su espíritu imperecedero.
“Sol o Luna. Ya no importa cuál de ellos me prefieran, yo no prefiero ninguno
de ellos. Creo odiar todo aquello que me haya hecho daño, pero no puedo
odiarla, ella no tuvo la culpa de lo sucedido, solo el viento, el principal
culpable. Me pregunto en qué momento me dejó de querer para hacerme
esto, pero posiblemente jamás llegue a encontrar la respuesta. No podría
hacerle hablar, solo pasa por mi cuerpo y me quiere enfriar, como lo hizo
con ella.
No creo poderme levantar después de todo ésto, pero algún día cuando
menos lo espere, me vengaré por a verme quitado la vida. Confié en él, me
dejé llevar por su belleza, por el cantar de sus silbidos. Mi fiel amigo, mi gran
compañero me traicionó en el viaje de mi vida, me dejó tirada en medio de la
carretera sin a ver llegado a mi destino. Ahora, es cuando pienso, que me
repugna sentir, si no sintiera, el dolor que se adentra en mis entrañas sería
más llevadero.
En este mismo momento el llanto estrangula mi garganta cada vez que
la recuerdo, sus manos secando las lágrimas de mis mejillas no volverán a
posarse en ellas, ni tan solo un segundo. Sus brazos abrazando los míos no
serán eternos, las palabras que me hacían feliz ya no se escucharán, ni su
voz, su preciosa y bella voz, llegará un día en que la olvidaré, y su presencia
habrá desaparecido para siempre.
Me enseñaste hablar de mis emociones y aquí lo tienes, te estoy escribiendo
desde donde estés para que de algún modo puedan volar estas míseras
letras hacia ti, no estoy segura de que pueda ocurrir, pero de intentos se
basa la vida, ¿no es así?, todavía conservo tus consejos como si de mi
cabeza no se quisieran borrar, adoro ese modo en el que me los decías con
tanta paciencia y con tanta ternura.
Bueno, creo que he de despedirme de una maldita vez, pero no sé lo que
haré a partir de ahora sin ti, no sé por donde empezar, ni hacia dónde mirar,
dime tú, ¿hacia dónde ir cuando no puedes caminar?..Si algún día me
puedes llegar a contestar, esperaré con
paciencia tu respuesta para poder seguir algún día, recordando tu recuerdo
sin que esas pequeñas gotitas resbalen de mis mejillas”
Con las maletas en la puerta miró hacia atrás, no había nada que le
impidiese emprender un nuevo camino, a continuación, miró hacia la
izquierda, amapolas rojas presumían entre los girasoles, miró hacia la
derecha, nada. No encontraba motivos para quedarse, miró una vez más,
evidentemente, no se permitiría perder más tiempo y comenzó a caminar.
Cada paso llevaba su armonía y su tranquilidad, el cielo estaba despejado y
el sol acariciaba su piel. Odiaba las mentiras, por lo tanto no podía mentir,
sentía la impotencia en cada pisada, tan lenta y tan suave para no volverse a
caer.
Tenía miedo de la vida, en cualquier momento se podría alejar de ella y
dejarla sola de nuevo, pero era un riesgo más que tenía que correr.
Había llegado el día y ya era la hora de marchar, de dejarlo todo atrás, pero
antes de todo aquello no podía dejar que el polvo acompañase su recuerdo..
“Lejos o cerca, no es importante, es solo una pequeña imperfección de la
vida, te quiero mamá”